lunes, 1 de julio de 2013

Y la vida sigue...

Llega el final de una etapa, se acerca el momento de ver por primera vez a esa personita con la que tanto has soñado y a la que todavía no conoces. Llega el momento de que vea la luz gracias a ti.

El momento se hace eterno, sabes que está ahí, que cuando menos lo esperes la tendrás entre tus brazos pero son unas horas interminables. Con la banda sonora del inimitable Nino Bravo de fondo, cantando sus canciones entre contracción y contracción, estás deseando y temiendo ir al hospital y que todo acabe.

Llegó el momento, no aguantas más y el camino se te hace eterno. Ese recorrido que haces muchas veces y que sólo dura 10 minutos... se hace misteriosamente de media hora y mientras tú, deseando llegar, segura de que lo vas a hacer bien y que va a ser el primer día del resto de tu vida.

El domingo va a ser largo y, contrariamente a lo que habías dicho, te pones la epidural porque no aguantas más (31 horas de dolores creo que son suficientes...). Te has acomodado, por fin das una cabezadita desde el pasado viernes y te resignas a esperar hasta que tu princesa se anime a salir a verte.

Tras 12 horas más de espera... llega el momento. Empiezan a entrar en tu habitación pediatras, ginecólogos, matronas, enfermeras (en este caso todo doble ya que, tras la larga espera el turno saliente quiere conocerla y el entrante... tiene que estar) y preparan el instrumental ya que, como no se anima, van a echarle una manita y van a utilizar la ventosa.

Tu te haces a la idea de que vas a tener que hacer muchos esfuerzos y vas a tener que pelear para ayudarle a que se decida finalmente a saludarte pero... en menos de 5 minutos todo ha acabado y, tras ver que todo está perfectisimamente bien, entra tu media naranja y ves que sus ojos se llenan de emoción al ver esa preciosidad.

El momento en el que la ponen sobre tu pecho es algo mágico. Irremediablemente tus ojos no pueden dejar de segregar lágrimas y más lágrimas y la miras, la besas, la tocas, repites una y otra vez lo guapa que es,... porque aunque la tienes ahí, contigo, te sientes en una nube y piensas que todo tiene que ser un sueño, que es imposible que esa cosita tan bonita y perfecta haya sido obra vuestra.

Es el momento de conoceros mejor. Te da miedo cambiarle un pañal por si le haces daño y si hablamos de la hora del baño... eso es terror en estado puro!!! Pero sois felices, os sentís completos.

De repente, cuándo todavía estás saboreando ese dulce momento, llega una brisa fría como el hielo que te transporta directamente a un negro túnel donde no ves ni salida ni manos que vayan a estirar de tu camisa para sacarte de allí.

Cuándo ves sufrir a lo que más quieres y te das cuenta que no puedes hacer nada por ayudarle, sientes que se te rompe el alma. Te pones en manos de Dios, de los Santos y de todo aquel que quiera apiadarse de ella.

El dolor que sientes es indescriptible, creías que nunca podrías sufrir así y menos por alguien a quien conoces hace tan solo 11 días, ¿como le has podido llegar a querer de esa manera?

Confías en ella ciegamente y cada vez que la coges en tus brazos le ruegas en silencio que luche y no te abandone, ahora no, porque aunque sólo hace 11 días, ya no imaginas tu vida sin ella a tu lado.

Intentas hacer un cambio y cambiar su sitio por el tuyo pero... no hay repuesta.

Después de una semana te la "devuelven" y estás orgullosa de tu campeona por haber luchado y haber salido adelante, por haber pasado esos dolorosos, injustos y crueles días. Una personita tan pequeña e inocente no lo merecía.

Por fin la tenéis a vuestro lado y, aunque con el miedo a las revisiones rutinarias, sois las personas más felices del mundo. Vas viendo como crece, como dice su primer ajo, como sonríe cuando le hablas, su primera carcajada es emocionante, vas viendo como se parece más a ti y no te cansas de darle amor, cariño y agradecimiento por haber decidido quedarse a tu lado.

Ocho meses después de aquella pesadilla vuelves a una revisión rutinaria y, sorprendentemente, vuelven a darte un diagnóstico de lo malo... lo peor. No entiendes nada, llevas 8 meses con tu solete al lado y ves que es una niña totalmente normal, más lista que el hambre y ¿este señor se permite el lujo de decir eso de mi campeona?

Ahí comienza una "batalla" entre los dos. Él, sin mover ni un músculo, te da su versión y te intenta quitar toda esperanza sobre tu pequeña, tú le reprochas que no la conoce en absoluto y que ni siquiera se levanta de su silla para hacerle una exploración rutinaria. Él te dice que no entiendes la gravedad del asunto, tu le contestas que "por supuesto que no", no entiendes en que se basa para decir lo que dice.

Tras media hora en su consulta, sales indignada y dispuesta a todo. Buscas el mejor centro de España en esa especialidad y llamas para pedir cita y conseguir una segunda opinión. No te lo piensas, si hay que ir a la otra parte del mundo lo harías. Finalmente tienes que ir a 400 kilómetros de tu casa para que te digan lo que tu ya sabes y solo quieres oírlo de boca de un especialista.

Días después, antes de acudir al otro especialista, te decides a buscar en libros especializados toda la información posible sobre lo que le pasó a tu princesa con tan solo 10 días de vida y encuentras que durante 8 meses este "señor", por llamarlo de alguna manera, te ha estado tomando el pelo. ¿Como? Citandote cada 2 meses para una visita de 5 minutos en la que no se digna ni a mirar a tu hija, mandándote pruebas innecesarias, manteniéndole una medicación a tu hija que por supuesto... no le hace falta.

Os preguntareis, ¿con que motivo? y yo os contesto que esa misma pregunta me la llevo haciendo yo desde hace una semana. Piensas que están utilizando sus pruebas para sus estudios, que lo hacen para pasar la tarjetita y cobrar (porque es un médico de pago), que a este señor (en teoría el mejor de Valencia) se le ha ido la cabeza, buscas una explicación de porque lleva haciéndote llorar, preocuparte y angustiarte todos y cada uno de los días desde hace 8 meses (sobre todo los días después de cada visita a su consulta).

La respuesta a todas estas preguntas la tendremos la semana que viene después de visitar a uno de los mejores especialistas de España y, esa respuesta será transmitida a este "señor" a finales de mes por una servidora.

Cuando tienes todo medio arreglado y crees que puedes respirar, llegan y te dan la gran noticia de que en un par de meses vas a pasar a ser funcionario (del INEM claro).

Cómo te quedas??? Anonadada por un momento, solo uno porque... tienes que empezar a realizar consultas y a intentar salir lo mejor parada posible de todo el lío en el que te acaban de meter.

Te da un pequeño bajón, necesitas hablar, despejarte, que te entiendan y... al día siguiente (como dice la canción de Shakira) sale el sol, te despiertas y ves a tu angelito durmiendo a tu lado. Cuando se despierta te mira y sonríe. Ahí comienzas a ser más optimista y piensas que no hay mal que por bien no venga y, como dice el refrán, cuando una puerta se cierra... siempre se abre una ventana.

Después de esto, solo puedo decir que la vida sigue. Y sigue al lado de las personas que más quiero y que todas están sanisimas y perfectamente bien. Con la ayuda de todos ellos seguro que saldré de este lío que me ha venido por "sorpresa". Porque no hay nada más importante como una familia unida que se quiere y apoya en todo momento y, sobre todo, no hay nada más importante como ver crecer a mi pequeña - gran campeona perfectamente sana y feliz junto a mi lado.

Así que nada... Mamás del Siglo XXI, en unos meses tendré muuuuucho más tiempo para dedicároslo a vosotras y a mi peque.

Mi consejo... lo realmente importante es la salud pero, no os quedéis con el diagnóstico de un solo médico, hay mucho aprovechado sin corazón por la vida. El resto, lógicamente para mí es muy importante pero... sinceramente lo veo secundario. Quien sabe lo que me deparará el futuro...